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Introducción

Aunque le resulte extraño al lector que está empezando a disfrutar de la mitología griega, la Ilíada no termina de narrar toda la guerra de Troya sino que se detiene en la visita del anciano Príamo a la tienda de Aquiles para recuperar el cadáver de su hijo Héctor. El trágico final de tan terrible guerra –la muerte de Aquiles, el suicidio de Áyax, el caballo de madera o el saqueo y destrucción de Troya– lo conocemos por otras fuentes, entre las que destacan las Posthoméricas de Quinto de Esmirna.

Quinto de Esmirna, que quizá nació en algún momento del siglo III, estudió los abundantes textos que cubrían el período comprendido entre el final de la Ilíada y el principio de la Odisea y los narró en catorce libros.Para mi gusto el estilo resulta un poco pretencioso, las metáforas son pesadas y lejos se encuentra de la grandeza de Homero. Sin embargo, es una buena manera de empezar a conocer los últimos días de Troya, por lo que vamos a ir viendo los sucesos que nos narra en cada libro.

Libro I: Pentesilea  

Tras la muerte de Héctor, príncipe de los troyanos, a manos de Aquiles, el desánimo cundía entre los defensores de la ciudad asediada. Pero con gran alegría recibieron la noticia de que a su ayuda llegaba la hermosa Pentesilea al mando de un contingente de amazonas. 

Pentesilea era hija de Ares y Otrera y con ella se encontraban Bremusa, Termodosa, Derínoe y Armótoe, entre otras. Como buenas amazonas, todas deseaban entrar cuanto antes en combate, aunque no están del todo claras las razones por las que habían tomado partido por los troyanos. Al parecer podrían haber ido en calidad de mercenarias, pues Príamo le prometió entregarle muchos dones si defendía a los troyanos (QS, Libro I, 90). Pero también podía ser que Pentesilea estuviera buscando expiar la muerte de su hermana Hipólita en un accidente de caza (QS, Libro I, 25), lo cual resulta extraño ya que Hipólita vivió en tiempos de Heracles, mucho antes de la guerra de Troya [1].

En cualquier caso, tras descansar una noche, al llegar el alba las amazonas salieron al frente de los troyanos y empezaron a causar estragos en las filas aqueas. A lomos de un caballo velocísimo, regalo de Oritía, esposa del dios del viento Bóreas, Pentesilea parecía imparable. Uno tras otro caían los que se le enfrentaban.

Tan formidables eran las fuerzas troyanas impulsadas por el brío de las amazonas que las mujeres casi cometen un error fatal y salen de la ciudad para luchar con los hombres. Por fortuna, pues es de suponer la escabechina que se habría producido, la anciana Teano las detuvo a tiempo con sabias palabras.

Mientras tanto, Pentesilea y los troyanos ya casi habían llegado a las naves aqueas y se disponían a incendiarlas cuando el tumulto de la batalla llegó a oídos de Aquiles y Áyax, que habían permanecido ignorantes del combate,  ensimismados por la tristeza delante de la tumba de Patroclo.

Los dos héroes se lanzaron contra los troyanos y no tardaron en recobrar el terreno perdido. Entonces Pentesilea se encaró con ambos y trató de acertarles en vano con su lanza. Más certero fue Aquiles y la amazona cayó herida con el seno derecho atravesado por su lanza (recordemos que, según la tradición, las amazonas se cercenaban de niñas el seno izquierdo para manejar con mayor soltura el arco y la espada).

Aún así, tal vez se hubiera salvado pero el héroe aqueo confundió un gesto de Pentesilea implorando por su vida con un intento por proseguir la lucha y la remató sin piedad.

pentesilea

Aquiles mata a Pentesilea. Ánfora ática de figuras negras.
(c. siglo VI a. C. British Museum, Londres)

Al ver morir a su hija, Ares montó en cólera pero fue refrenado por Zeus. Al que no contuvieron a tiempo fue una vez más al irascible Aquiles.

Tersites era el más feo y cobarde de los aqueos. Ya había irritado en otra ocasión a Ulises interviniendo en una asamblea de jefes, lo cual le costó un bastonazo y las burlas de sus compañeros. Y ahora, a este pobre desgraciado, jorobado y de piernas torcidas, no se le ocurre otra cosa que recriminarle a Aquiles su querencia por las mujeres troyanas. Al soberbio Aquiles no le sentaron nada bien sus comentarios y le mató de un tremendo puñetazo que le saltó todos los dientes.

Solo Diómedes, emparentado con Tersites, lamentó su muerte y quizá se habría lanzado contra Aquiles si no le hubieran sujetado. Los demás escucharon con satisfacción como le imprecaba al sanguinolento cadáver:

-¡Ea!, aléjate de los aqueos y entre los muertos grita tus insultos.

Más respeto les inspiró la hermosa Pentesilea y dejaron a los troyanos que retiraran su cuerpo para rendirle un último homenaje. Al caer la noche, muchos pensaron en ella y los compañeros caídos en aquella sangrienta jornada, pero al día siguiente una nueva batalla les esperaba.

 Notas

 [1] Esta versión también aparece en la Biblioteca mitológica de Apolodoro (Epít. 5): 

«Pentesilea, hija de Otrera y Ares, que había matado por accidente a Hipólita y fue purificada por Príamo, habida batalla da muerte a muchos, entre ellos a Macaon, y muere luego a manos de Aquiles, quien, después de su muerte, se enamora de la amazona y da muerte a Tersites por criticarlo. 

»Hipólita era la madre de Hipólito, y también la llaman Glauce o Melanipa. Fue la que, durante las bodas de Fedra, se plantó armada junto con su séquito de amazonas y amenazó con dar muerte a los invitados de Teseo. Habida pues lucha, murió, bien por mano involuntaria de su compañera Pentesilea, bien por la de Teseo, o bien fueron los hombres de Teseo los que, en vista de la irrupción de las amazonas, cerraron con rapidez las puertas y, aislándola dentro, la mataron».

 Traducción de Julia García Montero en Apolodoro, Biblioteca mitológica. Alianza Editorial, Madrid

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